- Estar consciente siempre que aspiras a la plena expresión de Dios, y de todo tu ser a su Servicio para este fin «expresando tan bien el Primer Mandamiento».
- Aprende la lección de ser inofensivo; ni por la palabra, ni en pensamiento, ni en sentimiento inflijas algo no bueno sobre ninguna parte de vida. Sabe que la acción y la violencia física son solamente una parte menor del pecado de la expresión dañina.
- No remuevas el mar de emoción de un hermano, inconsciente o deliberadamente. Sabe que la tormenta que colocas en su espíritu, tarde o temprano fluirá a las orillas de tu propia corriente de vida; más bien trae tranquilidad a la vida; y se como el salmista dijo: «El aceite sobre las aguas turbulentas».
- No te asocies con la ilusión personal. Nunca permitas que la auto justificación revele que te amas a ti mismo más que a la Armonía del Universo. Si tienes la razón, no hay necesidad de aclamarla; si no, ora por el perdón. Vigilándote a ti mismo encontrarás las subientes mareas de la indignación entre las más sutiles sombras en el sendero de la Rectitud, llamada la «auto rectitud».
- Camina suavemente a través del Universo, sabiendo que el cuerpo es un Templo en el cual mora el Espíritu Santo que trae la Paz y la Iluminación a la vida en todas partes. Mantén tu Templo siempre de una manera respetuosa y limpia como convenga a la habitación del Espíritu de la Verdad. Respeta y honra, en suave dignidad a todos los otros Templos, sabiendo que muchas veces dentro de un crudo exterior arde una mayor Luz.
- En la presencia de la Naturaleza, absorbe las bellezas y los regalos de Su Reino en suave gratitud. No la profanes a Ella con pensamientos o emociones viles o por actos físicos que despojen Su belleza virginal.
- No formes ni ofrezcas opiniones a menos que seas invitado a hacerlo, y luego hazlo solamente después de la oración e invocación silenciosa para pedir la orientación.
- Habla cuando Dios quiera decir algo a través de ti. Por lo demás quédate pacíficamente silencioso.
- Haz que el ritual de tu vivir sea observar las reglas de Dios, en forma tan desapercibida que ningún hombre sepa que aspiras a la Santidad, para que la fuerza de su voluntad externa no sea contra ti, o para que tu Servicio no sea impregnado con el orgullo.
- Deja que tu corazón sea un canto de gratitud porque lo Más Alto te ha dado a su cuidado el Espíritu de la Vida que, a través de ti, desea ensanchar los bordes de Su Reino.
- Está alerta siempre para usar las facultades y regalos prestados a ti por el Padre de toda Vida, de una manera que extienda Su Reino.
- No demandes nada para ti mismo, ni poderes ni principados, no más que el mismo aire que demandas para respirar, o el sol; usándolos libremente, pero sabiendo que Dios es dueño de todo.
- En la palabra y en la acción sé suave, pero con la dignidad que siempre acompaña la Presencia del Dios Viviente que está dentro del Templo.
- Constantemente coloca todas las facultades de tu ser, y todo el desarrollo interno de tu naturaleza a los pies de Dios, especialmente cuando tratas de manifestar la Perfección hacia alguno afligido.
- Permite que tus lemas sean la suavidad, la humildad y el servicio amoroso, pero no permitas que la impresión de humildad sea tomada por el letargo. El Servidor del Señor, como el Sol en los Cielos, está eternamente vigilante y constantemente irradiando los regalos que están a su particular cuidado.
EL MAHA CHOHAN